El pasado 14 de abril de 2025, Blue Origin realizó el vuelo suborbital NS-31 con una tripulación compuesta exclusivamente por mujeres. En la cápsula viajaron la cantante Katy Perry, la periodista Gayle King, la filántropa Lauren Sánchez, la científica Aisha Bowe, la activista Amanda Nguyen y la productora Kerianne Flynn. Aunque fue promovido como un “hito” en la representación femenina en el espacio, el vuelo ha generado más preguntas que respuestas sobre el verdadero impacto de este tipo de iniciativas.
¿Turismo espacial o avance en la equidad?
El viaje duró poco más de 10 minutos y alcanzó la altitud suborbital suficiente para cruzar la línea de Kármán (100 km de altitud), considerada el límite técnico del espacio. Las pasajeras experimentaron unos breves minutos de ingravidez. Sin embargo, es fundamental destacar que este tipo de vuelos no se pueden equiparar a misiones orbitales, científicas o de exploración desarrolladas por astronautas entrenados durante años.
Etiquetar a estas pasajeras como “astronautas” trivializa el trabajo de quienes han contribuido sustancialmente a la ciencia y la tecnología espacial. Estamos frente a una experiencia de turismo espacial, altamente limitada y con un costo que solo una élite global puede pagar.
Un espectáculo visual: ¿por qué los trajes llamaron la atención?
Otro punto ampliamente criticado fue el diseño de los trajes espaciales. A diferencia de las versiones funcionales utilizadas por astronautas profesionales, los trajes del NS-31 se destacaron por un estilo ajustado y estético, más cercano a un vestuario escénico que a un equipo técnico. Esto generó cuestionamientos sobre el enfoque mediático del evento, el cual pareció más centrado en la imagen y el espectáculo que en la ciencia.
La elección de trajes que resaltaban las figuras femeninas en lugar de mostrar neutralidad funcional deja ver una estrategia de marketing basada en estereotipos visuales, que contrasta con décadas de lucha feminista por representación auténtica y sin hipersexualización.

¿Quiénes son las tripulantes?
Aunque todas las participantes tienen trayectorias destacables, su presencia en este vuelo no debe ser confundida con una labor científica, ya que sólo una de ellas tiene experiencia en el ámbito:
- Aisha Bowe: Ingeniera aeroespacial y fundadora de STEMBoard, con experiencia en la NASA. Su participación fue de las más relevantes desde el punto de vista técnico.
- Amanda Nguyen: Activista y fundadora de Rise, una organización dedicada a los derechos de víctimas de agresión sexual. Su activismo ha sido reconocido mundialmente.
- Gayle King: Reconocida periodista, pero sin relación con el ámbito aeroespacial.
- Lauren Sánchez: Piloto y periodista, además de ser la prometida de Jeff Bezos. Su inclusión ha sido criticada como parte del nepotismo empresarial que rodea estos eventos.
- Katy Perry: Cantante pop cuya presencia se percibe como una estrategia para captar atención mediática.
- Kerianne Flynn: Productora audiovisual enfocada en proyectos de impacto social.
El elitismo espacial: una barrera más para la inclusión real
Los viajes espaciales como el NS-31 reflejan un fenómeno creciente: el espacio como entretenimiento para millonarios. Aunque el discurso dice promover la inclusión y la igualdad de género, la realidad es que estas experiencias siguen reservadas para personas con acceso privilegiado o conexiones personales con quienes manejan estas empresas.
Las causas sociales y el feminismo no deben convertirse en herramientas de relaciones públicas para empresas privadas, especialmente cuando quienes participan no representan a las mujeres en situaciones vulnerables o con barreras reales para acceder a campos STEM.
La narrativa aspiracional de «cualquiera puede llegar al espacio» pierde fuerza cuando el acceso está determinado por riqueza, fama o proximidad al poder económico.

Reflexión final
Es cierto que ver a mujeres a bordo de un cohete puede enviar un mensaje poderoso y claro que es un paso importante al tener una tripulación 100% femenina. Pero cuando ese mensaje está empaquetado como espectáculo, con trajes escenográficos, sin funciones técnicas ni aportes científicos, y mediado por el acceso económico y la fama, lo que se proyecta no es igualdad, sino marketing.
Si queremos hablar de verdadera inclusión femenina en el espacio, necesitamos visibilizar a ingenieras, científicas, astronautas y líderes que, sin reflectores, trabajan día a día en los laboratorios, centros de investigación y misiones científicas.
Lo que vimos en el vuelo NS-31 fue un símbolo, no un logro estructural. Y como todo símbolo, es válido cuestionarlo.
